lunes, 9 de agosto de 2010

7 horas - 7 Stunden

Hoy ha sido el último día de la exposición Retrospectiva de Frida Kahlo, la cual lleva en el edificio Martin-Gropius-Bau desde el pasado 30 de abril. Un evento que mi madre, que ahora se encuentra de visita en Berlín, no quería perderse. Sabíamos que la cola de espera iba a ser larga, pero con algo no habíamos contado: según unos carteles podría tratarse de entre 4 y 6 horas.

Como afortunadamente estábamos juntas en la cola, el relevo nos resultó fácil. Primero me fui yo, por segunda vez consecutiva, a comer a un restaurante vietnamita y después a comprar una revista. Luego le tocó el turno a mi madre, que hizo unos recados mientras descubría el mundo subterráneo de las compras del Potsdamer Platz. A pesar del ritmo tortuga de la cola de espera nunca te aburrías, pues sólo observar a los otros visitantes era divertido: algunos se habían traído unas sillas desplegables o bien libros gruesos para combatir las horas muertas, otros turistas hablaban en su idioma con sus vecinos con plano en mano en busca de otros destinos. Por otra parte, los músicos de la calle se encargaban del buen ambiente, un puesto de helados de refrescarse y un stand de café para desviar nuestro cansancio.

Yo, por mi parte, hice migas con una señora mayor que quiso saber acerca de mi búsqueda de trabajo (mi madre le había hablado del asunto durante mi ausencia, ¡muy típico de mamá!). Esto me resultó muy sorprendente y abierto, ya que desde mi llegada a Berlín muchas de estas “casualidades” me habían conducido a nuevos consejos que anoto en mi agenda rápidamente. Y luego escucho que los berlineses son unos antipáticos…¡hasta el momento la verdad es que sólo he podido comprobar lo contrario!

Con una sonrisa y casi una nueva perspectiva de vida conseguimos entrar en la parte interior del edificio, donde nuevamente había que hacer cola. Esta vez para comprar las entradas y esperar otra hora más. Justo antes de entrar en la exposición, la simpática mujer comentó que habíamos esperado demasiado tiempo, ya que podíamos haber entrado en otra exhibición del mismo edificio - cuya cola de espera fuera más corta - para luego tan sólo tener que esperar los “últimos” metros de Kahlo. Así hubiéramos tardado sólo tres horas y no, como nosotras, siete. Pero cuando por fin tuvimos ante nosotras los cuadros de Kahlo, yo me sumergí en ellos como nunca había hecho anteriormente en ningún otro museo. Entonces sólo pensé una cosa: mereció la pena.


Heute war der letzte Tag der Frida Kahlo Ausstellung Retrospektive, die seit dem 30. April im Martin-Gropius-Bau zu sehen war. Ein Event, den meine Mutter, die gerade in Berlin zu Besuch ist, auf keinen Fall verpassen wollte. Wir wussten, dass die Warteschlange lang sein würde, aber damit hatten wir nicht gerechnet: Ein Schild wies darauf hin, dass es sich um gut 4-6 Stunden handeln könnte.

Da wir zum Glück zu zweit in der Riesenschlange standen, konnten wir uns gut abwechseln. Zuerst war ich unterwegs, um zum zweiten Mal hintereinander vietnamesisch zu essen und eine Zeitschrift zu besorgen. Dann war meine Mutter dran, die Besorgungen erledigte und dabei die Underground-Shopping-Welt der Arkaden am Potsdamer Platz entdeckte. Trotz des Schildkrötenrhytmus der Schlange wurde es nie langweilig, denn schon allein die anderen Besucher zu beobachten, war lustig: Einige hatten Klappstühle mitgebracht oder dicke Bücher, um die Stunden tot zu schlagen, viele Touristen brabbelten in ihrer Sprache mit ihren Nachbarn und suchten in ihrem Stadtplan nach neuen Ausflugszielen. Zudem sorgten Strassenmusiker für gute Laune, ein Eiswagon für Erfrischung und ein Kaffeestand vertrieb unsere Müdigkeit.

Ich hingegen freundete mich mit einer etwas älteren Dame an, die mich wegen meiner Jobsuche ansprach (meine Mutter hatte ihr wohl während meiner Abwesenheit was davon erzählt, typisch Mama!). Dies empfand ich als sehr überraschend und offen, denn seit meiner Ankunft in Berlin habe ich schon öfter durch solche Art von „Zufällen“ mehrere Tips bekommen, welche ich dann ganz fleissig in meinen Terminkalender eintrage. Ich höre dann immer, dass die Berliner unfreundlich seien, aber bis jetzt habe ich wirklich nur das Gegenteil erlebt!!!

Mit einem Grinsen und fast einer neuen Lebensperspektive erreichten wir dann endlich den Innensaal, wo man sich erneut an eine Schlange anstellen musste, diesmal, um die Eintrittskarten zu kaufen, um dann wieder eine knappe Stunde warten zu müssen. Kurz vor dem Betreten der Ausstellung meinte diese nette Frau dann, dass wir eigentlich viel zu lange gewartet hätten, denn man hätte ja auch vorher in eine andere Ausstellung im selben Gebäude gehen können, deren Warteschlange kürzer war, und dann einfach nur noch für die „letzten“ Kahlo-Meter sich hätte anstellen müssen. So hätte man sicherlich nur drei Stunden gebraucht und nicht, wie wir, sieben. Aber als wir dann endlich die tollen Kahlo-Bilder vor uns hatten und ich mich in sie vertiefte, wie ich es vorher noch nie in einem anderen Museum getan hatte, dachte ich: Es hat sich gelohnt!

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