lunes, 11 de abril de 2011

Immun – Inmune

Neulich saß ich mit meiner Arbeitskollegin in der U-Bahn, als eine junge Frau dazustieg, um um Geld zu betteln. Sie stand unter Drogen, sah aber aus wie aus einem Märchenbuch: Ganz dunkle Haare, ein sehr glattes und rundes Gesicht und sehr schöne blaue, fast asiatische Augen. Sie hielt sich fest, wie sie gerade konnte und ratterte ihren Text runter: „Einen wunderschönen guten Abend wünsche ich Ihnen. Entschuldigen Sie, dass ich Ihre Fahrt störe, ich möchte Sie nur um etwas Geld bitten, damit ich heute Abend was Warmes essen kann...“. Als sie fertig war, lief sie an uns allen vorbei, doch fast niemand reagierte. 

„Krass“, sagte meine Arbeitskollegin. „Das ist auch wieder typisch Berlin, findste nicht auch?“. Wir, beide neu zugezogene in die Hauptstadt, unterhalten uns oft über Berlin: Über was es bietet, was es hat, was fehlt und was es so mit einem Menschen macht. Ich nickte nur und sagte: „Ja, man wird immun dagegen“. 
Man wird immun gegen all´die Gestalten, die man tagtäglich trifft. Sei es in der U-Bahn, auf dem Alexanderplatz, auf irgendeiner Bank mitten in der Nacht. Seien es Alkoholiker, Drogensüchtige, Obdachlose. Man erlebt und sieht so vieles in so wenig Zeit, dass man wenig über deren Gegenwart, Vergangenheit und Zukunft nachdenkt. 

Das ist vielleicht die schlechte Seite der Großstadt. Man wird kühl, hart. Manchmal würde ich sogar sagen, dass man fast aufhört zu fühlen.

El otro día iba sentada con mi compañera de trabajo en el metro, cuando se subió una joven mujer para pedir dinero. Estaba bajo los efectos de las drogas, pero parecía salir de un cuento de hadas: pelo muy oscuro, una cara lisa y redonda y unos preciosos ojos azules, casi asiáticos. Se agarró como pudo y soltó su parrafada: “Les deseo a todos unas muy buenas noches. Perdonen que les interrumpa en su viaje, sólo les quiero pedir un poco de dinero para poder comprarme alguna comida caliente…”. Cuando había terminado, pasó por nuestro lado y casi nadie reaccionó.

“Qué fuerte”, dijo mi compañera de trabajo. “Esto también es típico de Berlín, ¿no crees?” Nosotras, ambas nuevas en la capital, a menudo hablamos sobre Berlín: sobre lo que ofrece, lo que tiene, lo que le falta y lo que hace con las personas. Yo sólo asentí con la cabeza y dije: “Sí, una se vuelve inmune”. Nos volvemos inmune con todas los personajes que nos encontramos en el día a día. Ya sea en el metro, en el Alexanderplatz, en algún banco en mitad de la noche. Ya sean alcohólicos, drogadictos, vagabundos. Se viven y se ven tantas cosas en tan poco tiempo, que apenas se piensa sobre su presente, su pasado y su futuro.

Ésta quizás sea la parte negativa de una gran ciudad. Uno se vuelve frío, duro. A veces hasta diría que casi dejamos se sentir.

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